La Concertación es una necesidad política, una realidad, una formula que permite gobernar, su continuidad táctica es de vital importancia, pero el eje conductor esta vez y en consecuencia al debilitamiento del centro político chileno demostrado en la derrota de Frei, indica que debe ser el Partido Socialista quien lidere esta nueva etapa de centro, centro izquierda e izquierda.
El interés por ganar estas elecciones internas, implica poder principalmente influir en el punto de partida de todo este proceso, es necesario y presupone un grado de obviedad, que el partido socialista proyecte una visión de la sociedad que interpreta y de su propia realidad corporal. Muchos se le han adelantado por estos días, precisamente por que esos muchos no necesitan hoy recomponerse por su corta data de vida partidaria y el nulo daño que les genera el nuevo escenario político.
El más peligroso de estos fenómenos para el PS es el denominado partido progresista, que no es una idea tan nueva como pretenden masificar algunos y que podría hacernos bastante daño electoral sino tomamos medidas. El nuevo progresismo, no es más que la misma posición política ecléctica que jugó el PPD en el rearme de los partidos en plena década del noventa, no es más que un refunde de viejas estrategias post guerra fría, un relave de políticos e ideólogos de segunda generación marxista, los denominados renovados, muy cercanos al lagismo.
Es en el ejercicio del poder, donde nace una nueva contradicción dialéctica, es el nacimiento de un nuevo, pero viejo dilema partidario que no hemos sido capaces de enfrentar, la relación intrínseca del poder en el gobierno con el deber ser partidario, discusión que han dejado suspendida por parecer un problema in-solucionable y que finalmente viene a darle cuerpo a nuestra discusión eleccionaria actual.
Mucho comparto con aquella compañera, que siendo parte del ex gobierno y que perteneciendo a un bloque interno oficialista dijo: “Tuvimos el gobierno, pero no tuvimos el poder”, y no tuvimos el poder por que no hicimos esas transformaciones que deben hacer los socialistas, precisamente por esta contradicción de rol en la cual estuvimos inmiscuidos y que no supimos resolver, pero que hoy debe servir a nuestras generaciones para enmendar posiciones futuras. Es cierto que gobernamos con la Democracia Cristiana y que debemos ser, como en toda sociedad, respetuosos de nuestros acuerdos, pero vamos de lo general a lo particular, también es cierto que nuestros acuerdos no pueden ser superiores a nuestra moral, sino entonces, esto quiere decir, que no tenemos una moral determinada, y me refiero por cierto, a nuestra moral revolucionaria que es simplemente el reflejo de nuestra identidad ideológica y partidaria, el deber ser de un socialista, que no son dos conceptos por si solos, que se escriben y se pronuncian distinto, pero que a la hora de transformarlo en acto, debe ser uno, del modo contrario, se nos presenta una difícil ecuación entre el interés colectivo (bien común) y el interés político (de algunos), como lo ejemplificó hoy día el discurso de Sebastián Piñera, con el cual obviamente no estoy de acuerdo, pero no deja de ser interesante reflexionar como lo expone, denominando el proyecto de educación que deroga la LOCE, propuesto por nuestro gobierno en la administración de Bachelet, como “el acuerdo de todos los sectores políticos”, pero que a la hora de abordarlo desde nuestra propia lógica materialista, es absolutamente insuficiente, sin embargo, no bastando con aquello y a mi parecer lo que es peor, no siendo representativo en ninguna medida del interés publico ni del sector que dice representar, que es obviamente el de la educación pública, finalmente como dice José Saramago, “los Estados hoy limitan su acción o su función a la de simples guardianes de las reglas del juego capitalista”.
Por esto, las elecciones hoy presentan dos caminos o alternativas de la nueva construcción partidaria y de la historia del socialismo en Chile a futuro, el primero, por darle un simple orden, el ya conocido por todos, la opción que representa continuismo del oficialismo en la dirección de Melo y de su política excesivamente reduccionista, de lotes, a menudo autoritaria y plutócrata, liderada hoy por el ex líder de la revolución pingüina, Cesar Valenzuela y que principalmente apela a la falacia de la “responsabilidad política”, responsabilidad que según dicen ellos, “sólo la han asumido ellos estos años, mientras todos los demás se dedicaban a criticar y poner obstáculos a la administración concertacionista”, con el ya acostumbrado predominio de la razón por delante, donde cualquier criterio distinto a este, es simplemente absurdo.
La otra alternativa, representada por la joven egresada de derecho de la U. de Chile y actualmente Vicepresidenta de la Mujer del PS, Mariana Arellano, que plantea la unidad transversal de todos los sectores internos de la JS para el re orden político, institucional y administrativo, pero que a su vez, reinstala la posibilidad de un debate ideológico actual y permanente, que nos faculte para volver a ser luchadores sociales y educadores populares, donde podamos como decía Gramsci: “construir el bloque hegemónico del poder, que contrastará con la hegemonía cultural de la clase dominante”, es decir, un poder civico, incrustado en el sentir colectivo, que nos permita hacer los cambios que otros olvidaron y que hoy creen innecesarios.
finalmente, estará en manos de los militantes de la JS, que tipo de estructura construirán.
El interés por ganar estas elecciones internas, implica poder principalmente influir en el punto de partida de todo este proceso, es necesario y presupone un grado de obviedad, que el partido socialista proyecte una visión de la sociedad que interpreta y de su propia realidad corporal. Muchos se le han adelantado por estos días, precisamente por que esos muchos no necesitan hoy recomponerse por su corta data de vida partidaria y el nulo daño que les genera el nuevo escenario político.
El más peligroso de estos fenómenos para el PS es el denominado partido progresista, que no es una idea tan nueva como pretenden masificar algunos y que podría hacernos bastante daño electoral sino tomamos medidas. El nuevo progresismo, no es más que la misma posición política ecléctica que jugó el PPD en el rearme de los partidos en plena década del noventa, no es más que un refunde de viejas estrategias post guerra fría, un relave de políticos e ideólogos de segunda generación marxista, los denominados renovados, muy cercanos al lagismo.
Es en el ejercicio del poder, donde nace una nueva contradicción dialéctica, es el nacimiento de un nuevo, pero viejo dilema partidario que no hemos sido capaces de enfrentar, la relación intrínseca del poder en el gobierno con el deber ser partidario, discusión que han dejado suspendida por parecer un problema in-solucionable y que finalmente viene a darle cuerpo a nuestra discusión eleccionaria actual.
Mucho comparto con aquella compañera, que siendo parte del ex gobierno y que perteneciendo a un bloque interno oficialista dijo: “Tuvimos el gobierno, pero no tuvimos el poder”, y no tuvimos el poder por que no hicimos esas transformaciones que deben hacer los socialistas, precisamente por esta contradicción de rol en la cual estuvimos inmiscuidos y que no supimos resolver, pero que hoy debe servir a nuestras generaciones para enmendar posiciones futuras. Es cierto que gobernamos con la Democracia Cristiana y que debemos ser, como en toda sociedad, respetuosos de nuestros acuerdos, pero vamos de lo general a lo particular, también es cierto que nuestros acuerdos no pueden ser superiores a nuestra moral, sino entonces, esto quiere decir, que no tenemos una moral determinada, y me refiero por cierto, a nuestra moral revolucionaria que es simplemente el reflejo de nuestra identidad ideológica y partidaria, el deber ser de un socialista, que no son dos conceptos por si solos, que se escriben y se pronuncian distinto, pero que a la hora de transformarlo en acto, debe ser uno, del modo contrario, se nos presenta una difícil ecuación entre el interés colectivo (bien común) y el interés político (de algunos), como lo ejemplificó hoy día el discurso de Sebastián Piñera, con el cual obviamente no estoy de acuerdo, pero no deja de ser interesante reflexionar como lo expone, denominando el proyecto de educación que deroga la LOCE, propuesto por nuestro gobierno en la administración de Bachelet, como “el acuerdo de todos los sectores políticos”, pero que a la hora de abordarlo desde nuestra propia lógica materialista, es absolutamente insuficiente, sin embargo, no bastando con aquello y a mi parecer lo que es peor, no siendo representativo en ninguna medida del interés publico ni del sector que dice representar, que es obviamente el de la educación pública, finalmente como dice José Saramago, “los Estados hoy limitan su acción o su función a la de simples guardianes de las reglas del juego capitalista”.
Por esto, las elecciones hoy presentan dos caminos o alternativas de la nueva construcción partidaria y de la historia del socialismo en Chile a futuro, el primero, por darle un simple orden, el ya conocido por todos, la opción que representa continuismo del oficialismo en la dirección de Melo y de su política excesivamente reduccionista, de lotes, a menudo autoritaria y plutócrata, liderada hoy por el ex líder de la revolución pingüina, Cesar Valenzuela y que principalmente apela a la falacia de la “responsabilidad política”, responsabilidad que según dicen ellos, “sólo la han asumido ellos estos años, mientras todos los demás se dedicaban a criticar y poner obstáculos a la administración concertacionista”, con el ya acostumbrado predominio de la razón por delante, donde cualquier criterio distinto a este, es simplemente absurdo.
La otra alternativa, representada por la joven egresada de derecho de la U. de Chile y actualmente Vicepresidenta de la Mujer del PS, Mariana Arellano, que plantea la unidad transversal de todos los sectores internos de la JS para el re orden político, institucional y administrativo, pero que a su vez, reinstala la posibilidad de un debate ideológico actual y permanente, que nos faculte para volver a ser luchadores sociales y educadores populares, donde podamos como decía Gramsci: “construir el bloque hegemónico del poder, que contrastará con la hegemonía cultural de la clase dominante”, es decir, un poder civico, incrustado en el sentir colectivo, que nos permita hacer los cambios que otros olvidaron y que hoy creen innecesarios.
finalmente, estará en manos de los militantes de la JS, que tipo de estructura construirán.