domingo, 12 de abril de 2009

Una mirada a la Educación en Chile.


En Chile el Estado fue altamente reducido y centralizado entre la segunda mitad de la década de los 70´ y durante los 80´ por la dictadura militar dirigida por Augusto Pinochet. Esto se tradujo en la disminución de los derechos civiles que Chile como Estado podía garantizar a sus ciudadanos. En Argentina en cambio, el Estado es más amplio y poderoso, cobija de manera fuerte un derecho fundamental humano, como es la garantía estatal sobre el acceso a la educación pública superior. Allá la discusión no es sobre la cobertura, ni sobre la calidad, allá simplemente no hay discusión sobre un consenso nacional, la educación es la base de una sociedad moderna y desarrollada, y por lo tanto, no debe ser mirada desde el Estado como una posibilidad circunscrita a los “mejores” o sólo para algunos, y desde los privados, como la posibilidad de rentabilizar sobre la base de los sueños de miles de familias de esfuerzos, la educación es una necesidad orgánica del ser humano, como respirar, como sonreír.
En Chile aun subsiste un enfoque neoliberal de la educación (esto durará el mismo tiempo que dure el sistema binominal al cual se aferra la derecha chilena), donde sólo aquel que es “alumno destacado” logrará el apoyo del Estado y aquellos que son “alumnos porros o flojos” NO. El concepto actual de la educación es, sin duda, de componente facistoide, no es posible que en el Chile del bicentenario los aportes generados por las ciencias de la educación mundial y progresista, no sean tema de debate para la construcción de programas más solidarios y que van en directo beneficio de la reducción de las brechas de desigualdad, tanto en el ingreso, como en la segmentación social.
En Chile debemos terminar con la mirada elitista y la presencia exagerada en el parlamento de algunos que no permiten la promulgación de leyes que favorezcan la inclusión de los jóvenes que vienen de sectores medios y quieren ingresar a la educación, clase media que por cierto, es el lugar donde se concentran las promesas y los programas de campañas de gobiernos, pero en los últimos años se extrañan soluciones reales sobre este enfoque, es más, ni siquiera se ha tomado muy en serio el tema.
A veces, me hago la pregunta: ¿Es posible que un adolescente que tiene un padre alcohólico pueda competir de igual a igual con otro adolescente que no sufre este drama familiar?, ¿es posible que un estudiante que desayuna todos las mañanas pueda competir de igual a igual con otro que no lo hace?, son tan variados los casos que se observan en la educación pública y subvencionada, por sólo nombrar algunos, que no es posible entonces perpetuar un sistema que recoja a sólo un puñado que lo necesita, es más, no me parece lógico que la responsabilidad garante del Estado sea sólo para “los mejores” y para la cifra de la encuesta. Si queremos discutirlo, hagámoslo sobre la base de valores progresistas y con la perspectiva que como país nos ha costado mucho instalar este debate.
El mal entendido, es que el progresismo prohíbe al mundo privado involucrarse en la educación, eso no es así, lo que debemos aclarar es que el lucro en la educación no debe ser con dineros del Estado o mejor dicho, con dinero de todos y todas las chilenas. Pero en el Chile actual se entiende de manera inversa este tema, porque no hemos sido capaces de poner reglas claras ni métodos eficientes para la regulación de la educación en Chile, nunca ha sido afán del mundo progresista hacer desaparecer la oferta privada sobre la educación, el problema radica en no darle un rol claro y preponderante al Estado, y más acotado al mundo privado.
Si lo miramos desde la óptica del libre mercado, entendemos que este, desde la teoría, fortalece la competencia en beneficio de los consumidores, sin embargo, al Estado no se le permite ser un competidor más que aporte a la regulación del mercado educativo. Algunos dirán que en este punto existe una contradicción en el ensayo, y que, por lo tanto, estoy en entre dichos, lo que hay que comprender es que el libre mercado es el componente más cercano al neoliberalismo, pero no es neoliberalismo.
Pongámoslo de una perspectiva más brutal, si Chile tuviese realmente libre mercado y no monopolio de mercado, y el mercado de la educación, como cualquier otro, fuese regulado mínimamente por el Estado, nos ahorraríamos el abusivo uso neoliberal que le dan a este modelo los especuladores y los grandes empresarios a favor de los monopolios nacionales e internacionales que dejó al descubierto la colusión de las grandes cadenas transnacionales farmacéuticas, pero lo que es peor, no es la tan repudiada colusión, es que debamos esperar una campaña presidencial para enterarnos que nos han visto la cara durante muchos años, que día a día pagamos sobre precios sin que nadie diga nada, sabiéndolo, en conclusión, la vergüenza es “la forma en que se concibe la política burguesa chilena y los mecanismos que se utilizan para conservar los intereses de pequeños sectores, con visones políticas mezquinas y soterradas”.
Otro punto que debemos dejar en claro, es que existe una pequeña línea que separa al libre mercado del neoliberalismo, ya que el neoliberalismo tiene componentes de segmentación social, de discriminación y de elite consagrados en su construcción ideológica, que no necesariamente deben coexistir entre si, es por esto, que existen visiones sociales del mercado en el mundo progresista europeo.
El gran problema de la educación pública chilena, es que existe este componente neoliberal, mientras los colegios privados y de financiamiento mixto crean en su mayoría médicos, abogados e ingenieros, las escuelas públicas están destinadas a generar técnicos de nivel superior y mano de obra barata para el mercado. Es ahí donde radica el virus del neoliberalismo, ya que se demuestra la expresión más dura del clasismo, donde el ser humano es medido sólo desde la perspectiva del tener, cuanto tienes, cuanto vales.
Es por esto, que si aumentara la cooperación internacional entre instituciones formales jóvenes de Chile con otros países del mundo, en primer lugar, se formalizaría y reconocería un conducto más cercano a los intereses reales de los jóvenes en Chile, no tan sólo desde el punto de vista económico, sino también multicultural y social. Quizás si existiese la oportunidad de opinar, podríamos demostrar en el debate y por la vía de los hechos que muchos países, siendo similares a Chile en su historia, estructura social, política y económica, sí se ha hecho cargo de su legado histórico, poniendo a la educación en el centro de su interés y como prueba de su madurez social, protegiendo el bien común de los ciudadanos más jóvenes que sin duda son el único futuro para el desarrollo de sus respectivos países.