lunes, 14 de junio de 2010

Los Dos Caminos

La Concertación es una necesidad política, una realidad, una formula que permite gobernar, su continuidad táctica es de vital importancia, pero el eje conductor esta vez y en consecuencia al debilitamiento del centro político chileno demostrado en la derrota de Frei, indica que debe ser el Partido Socialista quien lidere esta nueva etapa de centro, centro izquierda e izquierda.

El interés por ganar estas elecciones internas, implica poder principalmente influir en el punto de partida de todo este proceso, es necesario y presupone un grado de obviedad, que el partido socialista proyecte una visión de la sociedad que interpreta y de su propia realidad corporal. Muchos se le han adelantado por estos días, precisamente por que esos muchos no necesitan hoy recomponerse por su corta data de vida partidaria y el nulo daño que les genera el nuevo escenario político.

El más peligroso de estos fenómenos para el PS es el denominado partido progresista, que no es una idea tan nueva como pretenden masificar algunos y que podría hacernos bastante daño electoral sino tomamos medidas. El nuevo progresismo, no es más que la misma posición política ecléctica que jugó el PPD en el rearme de los partidos en plena década del noventa, no es más que un refunde de viejas estrategias post guerra fría, un relave de políticos e ideólogos de segunda generación marxista, los denominados renovados, muy cercanos al lagismo.

Es en el ejercicio del poder, donde nace una nueva contradicción dialéctica, es el nacimiento de un nuevo, pero viejo dilema partidario que no hemos sido capaces de enfrentar, la relación intrínseca del poder en el gobierno con el deber ser partidario, discusión que han dejado suspendida por parecer un problema in-solucionable y que finalmente viene a darle cuerpo a nuestra discusión eleccionaria actual.

Mucho comparto con aquella compañera, que siendo parte del ex gobierno y que perteneciendo a un bloque interno oficialista dijo: “Tuvimos el gobierno, pero no tuvimos el poder”, y no tuvimos el poder por que no hicimos esas transformaciones que deben hacer los socialistas, precisamente por esta contradicción de rol en la cual estuvimos inmiscuidos y que no supimos resolver, pero que hoy debe servir a nuestras generaciones para enmendar posiciones futuras. Es cierto que gobernamos con la Democracia Cristiana y que debemos ser, como en toda sociedad, respetuosos de nuestros acuerdos, pero vamos de lo general a lo particular, también es cierto que nuestros acuerdos no pueden ser superiores a nuestra moral, sino entonces, esto quiere decir, que no tenemos una moral determinada, y me refiero por cierto, a nuestra moral revolucionaria que es simplemente el reflejo de nuestra identidad ideológica y partidaria, el deber ser de un socialista, que no son dos conceptos por si solos, que se escriben y se pronuncian distinto, pero que a la hora de transformarlo en acto, debe ser uno, del modo contrario, se nos presenta una difícil ecuación entre el interés colectivo (bien común) y el interés político (de algunos), como lo ejemplificó hoy día el discurso de Sebastián Piñera, con el cual obviamente no estoy de acuerdo, pero no deja de ser interesante reflexionar como lo expone, denominando el proyecto de educación que deroga la LOCE, propuesto por nuestro gobierno en la administración de Bachelet, como “el acuerdo de todos los sectores políticos”, pero que a la hora de abordarlo desde nuestra propia lógica materialista, es absolutamente insuficiente, sin embargo, no bastando con aquello y a mi parecer lo que es peor, no siendo representativo en ninguna medida del interés publico ni del sector que dice representar, que es obviamente el de la educación pública, finalmente como dice José Saramago, “los Estados hoy limitan su acción o su función a la de simples guardianes de las reglas del juego capitalista”.

Por esto, las elecciones hoy presentan dos caminos o alternativas de la nueva construcción partidaria y de la historia del socialismo en Chile a futuro, el primero, por darle un simple orden, el ya conocido por todos, la opción que representa continuismo del oficialismo en la dirección de Melo y de su política excesivamente reduccionista, de lotes, a menudo autoritaria y plutócrata, liderada hoy por el ex líder de la revolución pingüina, Cesar Valenzuela y que principalmente apela a la falacia de la “responsabilidad política”, responsabilidad que según dicen ellos, “sólo la han asumido ellos estos años, mientras todos los demás se dedicaban a criticar y poner obstáculos a la administración concertacionista”, con el ya acostumbrado predominio de la razón por delante, donde cualquier criterio distinto a este, es simplemente absurdo.

La otra alternativa, representada por la joven egresada de derecho de la U. de Chile y actualmente Vicepresidenta de la Mujer del PS, Mariana Arellano, que plantea la unidad transversal de todos los sectores internos de la JS para el re orden político, institucional y administrativo, pero que a su vez, reinstala la posibilidad de un debate ideológico actual y permanente, que nos faculte para volver a ser luchadores sociales y educadores populares, donde podamos como decía Gramsci: “construir el bloque hegemónico del poder, que contrastará con la hegemonía cultural de la clase dominante”, es decir, un poder civico, incrustado en el sentir colectivo, que nos permita hacer los cambios que otros olvidaron y que hoy creen innecesarios.

finalmente, estará en manos de los militantes de la JS, que tipo de estructura construirán.

martes, 4 de mayo de 2010

PROHIBIDO GRITAR



El otro día mientras tomaba café con una amiga, ella me comentaba la necesidad de crear espacios para gritar, me dijo:

¿Te has dado cuenta de que no existen lugares para gritar?, ayer iba llegando a mi trabajo y necesitaba gritar, así que en el estacionamiento del mall, antes de entrar a la clínica, estaba sola y lo hice, grite, grite fuerte y seguí caminando, a esa hora de la mañana pasan pocas personas por ahí, así que pase piola y seguí a mi pega…

La verdad es que no me pareció importante en ese momento su comentario, pero unos minutos después cuando me dirigía a mi cátedra de DDHH, le di una vuelta y en clases y después de clases, me hacia sentido que no existiesen esos lugares tan necesarios para los individuos cuando entran en crisis o que quieren simplemente revelarse de algo. Fue tan revelador para mí esta necesidad, que recordé de inmediato una discusión que tuve hace un par de días donde sin reparar en daños insulte a un parcito de sujetos clasistas. Después de haberme cuestionado si había actuado bien o simplemente había sido un absurdo caer en ese tipo de juego, me di cuenta de la necesidad que tenía yo de gritar, es decir, de manifestar lo que pensaba de algunas cosas y por que no decirlo, de algunas personas también, en definitiva, de consignarnos a nosotros mismos el derecho de fastidio, de aburrimiento, un legitimo derecho que a veces no es bien mirado por la decorosa sociedad.

A propósito, siempre soñé con llegar a la universidad y lo complejo que debía ser discutir las universalidades de ideas que habían construido el camino del hombre en el mundo, sus ideologías o fundamentos filosóficos, pero al llegar a ella, comprendí mejor porque había sido derrotada la sociedad del pensamiento y había avanzado implacablemente la sociedad del consumo, como nos había dominando el sentido de serie de Warhol por sobre el ideológico de la bauhaus, como nos habían instruidos como simples consumidores y no como complejos ciudadanos, en definitiva comprendí, como se habían instalado en el mercado de la educación mundial los conceptos de dominación de la guerra fría, más bien conceptos, dogmas fundamentales del mundo contemporáneo y de la economía libre que proponen a un hombre más automatizado, dominado y vulnerado intelectualmente, que libre pensador y critico. Después de la década de los noventa por decisión de no sé quien (o más bien si lo sé), se estableció el criterio (dogma) de que ya no era el momento de las ideas transformadoras y creadoras de otros mundos, esas ideas se convirtieron en simples anhelos inalcanzables para hombres soñadores, poco prácticos, parece divertido y cruel mirar como no se debate en las universidades sobre que sociedad queremos construir, o en términos más teóricos, debatir sobre la economía de libre mercado y de ahí todas sus consecuencias de pobreza y desigualdad globalizada que producen en el mundo, entonces como no gritarles a esos profesores del mercado, que no todos estudian para ser ricos, autómatas e individualistas, sino que algunos también lo hacen para resolver otros sistemas alternativos al actual, que darían respuesta a la necesidad de millones y millones de personas que buscan sistemas más representativos de su propia realidad, sistemas que por ejemplo no marginaran a millones de jóvenes de ser parte de la sociedad de libres pensadores.

Y así fueron esas universidades del neomodernismo que se alejaron del mundo de las ideas y de la investigación de las mismas. En esas universidades donde no se practica la universalidad, sino más bien se pone en práctica el autoritarismo del profesor, su poder evangelizador, sólo se hace una lectura del mundo para el que trabajan y para el cual preparan al pupilo, en estas universidades se exhibe la historia de la izquierda como un estereotipo de derrota indiscutible, incomprensible, utópico, impráctico y a menudo burlesco, entonces ¿en qué podemos creer nosotros que no creemos en aquello? , y, ¿en qué debemos creer si nadie cree en lo nuestro y los nuestros tampoco creen?, y si las universidades son formadoras y creadoras de pensamiento, y los trabajadores, sus hijos y sus nietos no tienen acceso a esas universidades, ¿Quienes formarán y crearán otros pensadores?. Me refiero a los trabajadores de verdad.

Es por eso, que no paso por mi vida inadvertida la necesidad de gritar, esa inquietud de un amigo, esa exclamación la hago cada vez más mía, ¡gritar fuerte lo que no me gusta, que no estoy de acuerdo, que este sistema da asco, que es excluyente, clasista, cruel!… gritar… sólo eso, gritar, el derecho de gritar y manifestarse, que no se consagra en ninguna parte de nuestras vidas y que sólo le importa a un par de locos en un café.

lunes, 26 de abril de 2010

Este mundo de la injusticia globalizada.



Aunque debo reconocer que este blog es mi alter ego y que lo escribo sólo para quien lo vea de forma casual, este discurso escrito abajo, que no conocia hasta hace unos días, concentra mi visión sobre el mundo y mi opinión sobre la política, un mundo que me cuesta mucho entender y que muchas veces prefiero soñar, soy un joven no tan joven, un soñador práctico, un socialista utúpico derrotado, un ciudadano disconforme, un antisistémico sistémico, una persona que sufre, que rie, que llora, que se apasiona y muy ansioso aveces,muy imprudente consigo mismo, como diria Manuel Garcia: un poco hablador pero simpático.

Discurso de José Saramago, Premio Nóbel de Literatura, pronunciado en la clausura del 2do Foro Social Mundial. Porto Alegre, Febrero 2002.

Comenzaré por contar en brevísimas palabras un hecho notable de la vida rural ocurrido en una aldea de los alrededores de Florencia hace más de cuatrocientos años. Me permito solicitar toda su atención para este importante acontecimiento histórico porque, al contrario de lo habitual, la moraleja que se puede extraer del episodio no tendrá que esperar al final del relato; no tardará nada en saltar a la vista.
Estaban los habitantes en sus casas o trabajando los cultivos, entregado cada uno a sus quehaceres y cuidados, cuando de súbito se oyó sonar la campana de la iglesia. En aquellos píos tiempos (hablamos de algo sucedido en el siglo XVI), las campanas tocaban varias veces a lo largo del día, y por ese lado no debería haber motivo de extrañeza, pero aquella campana tocaba melancólicamente a muerto, y eso sí era sorprendente, puesto que no constaba que alguien de la aldea se encontrase a punto de fenecer. Salieron por lo tanto las mujeres a la calle, se juntaron los niños, dejaron los hombres sus trabajos y menesteres, y en poco tiempo estaban todos congregados en el atrio de la iglesia, a la espera de que les dijesen por quién deberían llorar. La campana siguió sonando unos minutos más, y finalmente calló. Instantes después se abría la puerta y un campesino aparecía en el umbral. Pero, no siendo éste el hombre encargado de tocar habitualmente la campana, se comprende que los vecinos le preguntasen dónde se encontraba el campanero y quién era el muerto. 'El campanero no está aquí, soy yo quien ha hecho sonar la campana', fue la respuesta del campesino. 'Pero, entonces, ¿no ha muerto nadie?', replicaron los vecinos, y el campesino respondió: 'Nadie que tuviese nombre y figura de persona; he tocado a muerto por la Justicia, porque la Justicia está muerta'.
¿Qué había sucedido? Sucedió que el rico señor del lugar (algún conde o marqués sin escrúpulos) andaba desde hacía tiempo cambiando de sitio los mojones de las lindes de sus tierras, metiéndolos en la pequeña parcela del campesino, que con cada avance se reducía más. El perjudicado empezó por protestar y reclamar, después imploró compasión, y finalmente resolvió quejarse a las autoridades y acogerse a la protección de la justicia. Todo sin resultado; la expoliación continuó. Entonces, desesperado, decidió anunciar urbi et orbi (una aldea tiene el tamaño exacto del mundo para quien siempre ha vivido en ella) la muerte de la Justicia. Tal vez pensase que su gesto de exaltada indignación lograría conmover y hacer sonar todas las campanas del universo, sin diferencia de razas, credos y costumbres, que todas ellas, sin excepción, lo acompañarían en el toque a difuntos por la muerte de la Justicia, y no callarían hasta que fuese resucitada. Un clamor tal que volara de casa en casa, de ciudad en ciudad, saltando por encima de las fronteras, lanzando puentes sonoros sobre ríos y mares, por fuerza tendría que despertar al mundo adormecido... No sé lo que sucedió después, no sé si el brazo popular acudió a ayudar al campesino a volver a poner los lindes en su sitio, o si los vecinos, una vez declarada difunta la Justicia, volvieron resignados, cabizbajos y con el alma rendida, a la triste vida de todos los días. Es bien cierto que la Historia nunca nos lo cuenta todo...
Supongo que ésta ha sido la única vez, en cualquier parte del mundo, en que una campana, una inerte campana de bronce, después de tanto tocar por la muerte de seres humanos, lloró la muerte de la Justicia. Nunca más ha vuelto a oírse aquel fúnebre sonido de la aldea de Florencia, mas la Justicia siguió y sigue muriendo todos los días. Ahora mismo, en este instante en que les hablo, lejos o aquí al lado, a la puerta de nuestra casa, alguien la está matando. Cada vez que muere, es como si al final nunca hubiese existido para aquellos que habían confiado en ella, para aquellos que esperaban de ella lo que todos tenemos derecho a esperar de la Justicia: justicia, simplemente justicia. No la que se envuelve en túnicas de teatro y nos confunde con flores de vana retórica judicial, no la que permitió que le vendasen los ojos y maleasen las pesas de la balanza, no la de la espada que siempre corta más hacia un lado que hacia otro, sino una justicia pedestre, una justicia compañera cotidiana de los hombres, una justicia para la cual lo justo sería el sinónimo más exacto y riguroso de lo ético, una justicia que llegase a ser tan indispensable para la felicidad del espíritu como indispensable para la vida es el alimento del cuerpo. Una justicia ejercida por los tribunales, sin duda, siempre que a ellos los determinase la ley, mas también, y sobre todo, una justicia que fuese emanación espontánea de la propia sociedad en acción, una justicia en la que se manifestase, como ineludible imperativo moral, el respeto por el derecho a ser que asiste a cada ser humano.
Pero las campanas, felizmente, no doblaban sólo para llorar a los que morían. Doblaban también para señalar las horas del día y de la noche, para llamar a la fiesta o a la devoción a los creyentes, y hubo un tiempo, en este caso no tan distante, en el que su toque a rebato era el que convocaba al pueblo para acudir a las catástrofes, a las inundaciones y a los incendios, a los desastres, a cualquier peligro que amenazase a la comunidad. Hoy, el papel social de las campanas se ve limitado al cumplimiento de las obligaciones rituales y el gesto iluminado del campesino de Florencia se vería como la obra desatinada de un loco o, peor aún, como simple caso policial. Otras y distintas son las campanas que hoy defienden y afirman, por fin, la posibilidad de implantar en el mundo aquella justicia compañera de los hombres, aquella justicia que es condición para la felicidad del espíritu y hasta, por sorprendente que pueda parecernos, condición para el propio alimento del cuerpo. Si hubiese esa justicia, ni un solo ser humano más moriría de hambre o de tantas dolencias incurables para unos y no para otros. Si hubiese esa justicia, la existencia no sería, para más de la mitad de la humanidad, la condenación terrible que objetivamente ha sido. Esas campanas nuevas cuya voz se extiende, cada vez más fuerte, por todo el mundo, son los múltiples movimientos de resistencia y acción social que pugnan por el establecimiento de una nueva justicia distributiva y conmutativa que todos los seres humanos puedan llegar a reconocer como intrínsecamente suya; una justicia protegida por la libertad y el derecho, no por ninguna de sus negaciones. He dicho que para esa justicia disponemos ya de un código de aplicación práctica al alcance de cualquier comprensión, y que ese código se encuentra consignado desde hace cincuenta años en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aquellos treinta derechos básicos y esenciales de los que hoy sólo se habla vagamente, cuando no se silencian sistemáticamente, más desprestigiados y mancillados hoy en día de lo que estuvieran, hace cuatrocientos años, la propiedad y la libertad del campesino de Florencia. Y también he dicho que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tal y como está redactada, y sin necesidad de alterar siquiera una coma, podría sustituir con creces, en lo que respecta a la rectitud de principios y a la claridad de objetivos, a los programas de todos los partidos políticos del mundo, expresamente a los de la denominada izquierda, anquilosados en fórmulas caducas, ajenos o impotentes para plantar cara a la brutal realidad del mundo actual, que cierran los ojos a las ya evidentes y temibles amenazas que el futuro prepara contra aquella dignidad racional y sensible que imaginábamos que era la aspiración suprema de los seres humanos. Añadiré que las mismas razones que me llevan a referirme en estos términos a los partidos políticos en general, las aplico igualmente a los sindicatos locales y, en consecuencia, al movimiento sindical internacional en su conjunto. De un modo consciente o inconsciente, el dócil y burocratizado sindicalismo que hoy nos queda es, en gran parte, responsable del adormecimiento social resultante del proceso de globalización económica en marcha. No me alegra decirlo, mas no podría callarlo. Y, también, si me autorizan a añadir algo de mi cosecha particular a las fábulas de La Fontaine, diré entonces que, si no intervenimos a tiempo -es decir, ya- el ratón de los derechos humanos acabará por ser devorado implacablemente por el gato de la globalización económica.
¿Y la democracia, ese milenario invento de unos atenienses ingenuos para quienes significaba, en las circunstancias sociales y políticas concretas del momento, y según la expresión consagrada, un Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo? Oigo muchas veces razonar a personas sinceras, y de buena fe comprobada, y a otras que tienen interés por simular esa apariencia de bondad, que, a pesar de ser una evidencia irrefutable la situación de catástrofe en que se encuentra la mayor parte del planeta, será precisamente en el marco de un sistema democrático general como más probabilidades tendremos de llegar a la consecución plena o al menos satisfactoria de los derechos humanos. Nada más cierto, con la condición de que el sistema de gobierno y de gestión de la sociedad al que actualmente llamamos democracia fuese efectivamente democrático. Y no lo es. Es verdad que podemos votar, es verdad que podemos, por delegación de la partícula de soberanía que se nos reconoce como ciudadanos con voto y normalmente a través de un partido, escoger nuestros representantes en el Parlamento; es cierto, en fin, que de la relevancia numérica de tales representaciones y de las combinaciones políticas que la necesidad de una mayoría impone, siempre resultará un Gobierno.
Todo esto es cierto, pero es igualmente cierto que la posibilidad de acción democrática comienza y acaba ahí. El elector podrá quitar del poder a un Gobierno que no le agrade y poner otro en su lugar, pero su voto no ha tenido, no tiene y nunca tendrá un efecto visible sobre la única fuerza real que gobierna el mundo, y por lo tanto su país y su persona: me refiero, obviamente, al poder económico, en particular a la parte del mismo, siempre en aumento, regida por las empresas multinacionales de acuerdo con estrategias de dominio que nada tienen que ver con aquel bien común al que, por definición, aspira la democracia. Todos sabemos que así y todo, por una especie de automatismo verbal y mental que no nos deja ver la cruda desnudez de los hechos, seguimos hablando de la democracia como si se tratase de algo vivo y actuante, cuando de ella nos queda poco más que un conjunto de formas ritualizadas, los inocuos pasos y los gestos de una especie de misa laica. Y no nos percatamos, como si para eso no bastase con tener ojos, de que nuestros Gobiernos, esos que para bien o para mal elegimos y de los que somos, por lo tanto, los primeros responsables, se van convirtiendo cada vez más en meros comisarios políticos del poder económico, con la misión objetiva de producir las leyes que convengan a ese poder, para después, envueltas en los dulces de la pertinente publicidad oficial y particular, introducirlas en el mercado social sin suscitar demasiadas protestas, salvo las de ciertas conocidas minorías eternamente descontentas...
¿Qué hacer? De la literatura a la ecología, de la guerra de las galaxias al efecto invernadero, del tratamiento de los residuos a las congestiones de tráfico, todo se discute en este mundo nuestro. Pero el sistema democrático, como si de un dato definitivamente adquirido se tratase, intocable por naturaleza hasta la consumación de los siglos, ése no se discute. Mas si no estoy equivocado, si no soy incapaz de sumar dos y dos, entonces, entre tantas otras discusiones necesarias o indispensables, urge, antes de que se nos haga demasiado tarde, promover un debate mundial sobre la democracia y las causas de su decadencia, sobre la intervención de los ciudadanos en la vida política y social, sobre las relaciones entre los Estados y el poder económico y financiero mundial, sobre aquello que afirma y aquello que niega la democracia, sobre el derecho a la felicidad y a una existencia digna, sobre las miserias y esperanzas de la humanidad o, hablando con menos retórica, de los simples seres humanos que la componen, uno a uno y todos juntos. No hay peor engaño que el de quien se engaña a sí mismo. Y así estamos viviendo.
No tengo más que decir. O sí, apenas una palabra para pedir un instante de silencio. El campesino de Florencia acaba de subir una vez más a la torre de la iglesia, la campana va a sonar. Oigámosla, por favor.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Imagine, volviendo a las utopias.




Imagina que no hay ningun paraiso
Es facil, si lo intentas
Ningun infierno por debajo nuestro
Encima nuestro, solo el cielo,
Imagina toda la gente,
viviendo el momento presente.

Imagina que no hay paises
no es dificil, hazlo.
Nadie para matar, ni por quien morir,
ni siquiera religion.
Imagina toda la gente
viviendo su vida en paz.

Tu puedes decir que soy un soñador
pero no soy el unico.
Espero que un dia te unas a
nosotros y el mundo sera
uno solo.

Imagina que no hay propiedad
me pregunto si lo consigues,
ninguna necesidad de
ganancia o lucro;
una hermandad de hombres.
Imagina toda la gente
compartiendo el mundo entero.

lunes, 4 de enero de 2010

El Lector, muy parecido al libro, los invito a ver esta pelicula.

Para aquellos que desean ver una buena pelicula, aquellos que como yo, relacionan sus utopias con sus realidades y a través de ellas hacen sintesis de su propios compromisos sociales...

Sinopsis de El lector

Cuando cae enfermo en su camino a casa desde el colegio, Michael Berg (David Kross) un joven de 15 años, es rescatado por Hanna (Kate Winslet), una mujer que le dobla la edad. Ambos comienzan un inesperado y apasionado idilio hasta que Hanna desaparece inesperadamente.

Ocho años después, Michael, convertido en un joven estudiante de derecho vuelve a encontrarse con su antigua amante mientras está como observador en un tribunal donde se está juzgando a colaboradores de la Alemania Nazi. Hanna está acusada de un horrible crimen y rechaza defenderse a sí misma. Michael, gradualmente, se va dando cuenta de que el amor de su juventud guarda un secreto que considera aún más vergonzoso que el asesinato.

domingo, 3 de enero de 2010

La Memoria es fRaGil

Resulta lamentable la incapacidad de mirar hacia atrás y reconocer que, antes de 1990, nacían en Chile tres tipos de hijos los naturales, los legítimos y los ilegítimos, que las salas cunas eran escasas, que se pagaba la asignación familiar al padre, que las mujeres trabajadoras estaban imposibilitadas de amamantar a sus hijos, que las trabajadoras de casa particular carecían de fuero maternal, que la participación laboral femenina alcanzaba al 31%, que se exigía el test de embarazo para postular a un empleo, que el acoso sexual parecía como algo obvio, que los problemas de familia los veían los tribunales ordinarios, que la violencia familiar era invisible, que el embarazo limitaba tanto el trabajo como la continuidad de los estudios de las mujeres, que los padres estaban ausentes en los primeros días de vida de sus hijos, que no existía un sistema de protección preferencial e integral para la primera infancia, que la ley de matrimonio civil no contemplaba el divorcio y se utilizaba el fraude de las nulidades y así, suma y sigue.
FRE! 2010

THE OMINAMI SHOW GROUP


Los nuevos acuerdos de “la nueva supuesta mayoría progresista”, lejos están de presentar unidad y dialogo, presagian quiebres irreconciliables para los próximos duros procesos en que se someterá la izquierda chilena, procesos que se realizarán, indiferentes a la derrota o la victoria de Eduardo Frei.
Hay que ver como algunos “progresistas” entienden que su rol político histórico contemporáneo, no tiene otro fin sino la muerte política de Camilo Escalona, en síntesis, la renuncia a su cargo como gesto a la ciudadanía para la reconquista de ese 20% que ME-O logro canalizar de descontentos, si pudiesen escupirlo, no me cabe la menor duda que lo harían, vivimos la peor vulgaridad intelectual de los últimos tiempos, atrás quedaron conceptos como el merito y la experiencia, conceptos que en sociedades maduras y socialdemócratas europeas son de alta importancia por el grado de complejidad que significa ganar espacios contra el mundo globalizado del imperialismo y de sus negocios.
Si hay que hacer algún “mea culpa”, este se debería expresar en el profundo daño que genera la ignorancia, una militancia poco educada cívica y políticamente, lo cual posibilito que la derecha introdujera a través de su activo más nuevo (ME-O) climas de beligerancia e inestabilidad política al partido de Gobierno. ME-O, niño estrella, fruto de las cámaras de TV, las luces, el whisky, los autos caros, las chicas lindas de la alta sociedad, representa el anti-mundo al cual apuesta el socialismo, el socialismo aspiracional chileno que representa una alternativa global al capitalismo, al monopolio, porque es en esencia un sistema no-capitalista, con un objetivo claro de justicia social, y, por definición, mejor que la sociedad que pretendía sustituir , sin embargo ME-O es el símbolo y, en parte, la realidad de una sociedad globalizada y estética, sin códigos políticos claros de gobernabilidad, empleando todo tipo de artimañas para superar sus diferencias personales con las oligarquías partidarias dominantes durante este ultimo proceso político en el PS, siendo capaz de transar con la derecha en negociaciones turbias la utilización de sus medios de conducción de masas, como lo son: la TV, los Holdings radiales y sus magazines, en una campaña presidencial que desprestigio los últimos 20 años de gobiernos, años de democracia y logros sociales e internacionales para Chile. En síntesis, hoy el instrumento al cual adhiero (PS) para superar las condiciones de vulnerabilidad de mi pueblo y conducirnos a una lucha fraterna por la justicia social a sido abatido por la derecha reaccionaria, dejándonos desconcertados, invocando el modelo del desalojo, eventualmente ganando por bocover, con la destrucción de los participantes y no convocando los temas de fondo, por los cuales, una izquierda de antaño más organizada lograba derrotarlos, en suma, de nada sirve hablar hoy de la mejora del sistema previsional de los trabajadores chilenos, de una AFP estatal, de las reformas laborales que necesitamos, de las libertades personales que todo modelo progresista plantea, de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres más pobres de Chile, del respeto a la diversidad y a las minorías sexuales, de la ley antiterrorista, de la desmunicipalización de la educación publica, de las políticas verdes para el cuidado del medio ambiente y de bajar los niveles de emisión de gas carbónico de Chile, del aborto, de la descentralización de la cultura, de la autonomía económica de las regiones, del modelo extremadamente presidencialista, de un sistema de cobertura de protección social para la clase media, etc, etc, etc, en suma, hoy no cabe espacio para debatir sobre progresismo, por que debemos ser obsecuentes con nuestro verdugo (ME-O) para que nos permita ocupar ese insípido e inexpresivo 20%, ya que el objetivo político de este segundo ciclo es derrotar a Escalona y no a Piñera.
Reitero finalmente que es vergonzoso el cacerolazo y el vil activismo politiquero The Ominami Show Group, esto nada tiene que ver con ser opción o alternativa de proyecto para re unificar al mundo de la izquierda, por que una vez más, sentados en sus culos regordetes frente a sus televisores, desde sus hogares de clase alta, desde la vulgaridad y precariedad de su lenguaje político, anónimamente los fascistas esperan reconquistar el poder político con mano agenda, esta vez, con la ayuda de uno de los nuestros.

Gabriel Huidobro Reyes
Militante PSCh.

VOTAR HASTA QUE DUELA , Escrito por Manuel Cabieses Donoso.


Miércoles, 23 de diciembre de 2009
En ningún otro momento del último medio siglo la derecha estuvo tan cerca -como ahora- de apoderarse del gobierno mediante el voto ciudadano. Las elecciones del 13 de diciembre dieron al empresario Sebastián Piñera una ventaja de 14 puntos sobre el senador y ex presidente Eduardo Frei: 44,05% contra 29,60%. Sin embargo, a medida que se acerca la segunda vuelta del 17 de enero, el panorama comienza a cambiar.
Bajo la superficie triunfalista de las encuestas y de los medios de comunicación, asoman de nuevo -en ayuda de la Concertación- las maltratadas reservas de voluntad democrática para enfrentar al poder oligárquico. Se trata de la última línea de defensa de una coalición de gobierno extenuada por sus inconsecuencias, sus querellas internas y la corrupción de muchos de sus funcionarios y representantes.
Sin embargo, a falta de una alternativa popular y democrática, transformadora de la sociedad, que aún no logra emerger, la Concertación de Partidos por la Democracia representa el “mal menor” capaz de contener la voracidad de una oligarquía arrogante e inescrupulosa. Don Dinero pretende administrar el poder total en Chile, enmascarando su dictadura con el voto obtenido a través de la manipulación de las conciencias, tal como soñó el pinochetismo con su Constitución de 1980, todavía vigente.

Un poco de historia

La tentación del gran empresariado por administrar la suma del poder político, social y económico tiene ya su historia, en el Chile moderno. El primer intento -casi exitoso- lo hizo en 1938 el millonario especulador de la Bolsa y ex ministro de Hacienda, Gustavo Ross Santa María. Pero fue derrotado en forma estrecha por el abogado y profesor radical Pedro Aguirre Cerda, candidato del Frente Popular (radicales, socialistas y comunistas) que alcanzó el 50,26% contra 49,33% de Ross.
En 1952, otro empresario -fundador de una de las principales fortunas del país-, Arturo Matte Larraín, trató también de imponer su riqueza para ser elegido presidente de la República. No tuvo éxito, pero consiguió 27,81% de los votos. Fue derrotado en forma contundente por un ex dictador (1927-31), el general (r) Carlos Ibáñez del Campo (46,8%), que también superó al radical Pedro Enrique Alfonso (19,95%) y al socialista Salvador Allende Gossens (5,44%), que hacía su primer intento de llegar a La Moneda.
En 1958, un empresario -con más pergaminos que Piñera- ganó la Presidencia de la República. Jorge Alessandri Rodríguez, presidente de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC) y de la poderosa Confederación de la Producción y el Comercio, independiente afín al Partido Liberal, hijo del ex presidente Arturo Alessandri Palma (1920-25 y 1932-38), obtuvo 31,2% de los votos. Superó en forma estrecha al socialista Salvador Allende (28,91%), al democratacristiano Eduardo Frei Montalva (20,75%), al radical Luis Bossay Leiva (15,43%) y al diputado independiente Antonio Zamorano Herrera, ex cura de Catapilco (3,36%). En el Congreso Pleno el Partido Radical -el partido de la Masonería- votó por Alessandri, dándole la espalda al hermano Salvador Allende, ex ministro de Aguirre Cerda.


El gobierno de los gerentes

La receta de Jorge Alessandri fue trasladar al gobierno los métodos de administración de la empresa privada para “gerenciar” la crisis que vivía el país. Por eso su administración fue conocida como el “gobierno de los gerentes”. Desde luego, la gran empresa -nacional y extranjera- fue beneficiada con las medidas de ese gobierno.
Aunque representante de la oligarquía, Alessandri practicaba una forma de vida sobria y mesurada, bien distinta de la ostentosa conducta del actual candidato de la oligarquía. Alessandri vivía en un departamento de la calle Phillips, frente a la Plaza de Armas, y caminaba diariamente hasta La Moneda. Los fines de semana los pasaba en una parcela cerca de Santiago a la que viajaba en su automóvil particular. Aún no llegaba al país el huracán financiero del neoliberalismo que más tarde traería la dictadura militar-empresarial, agudizando la desigualdad y provocando la transnacionalización de la economía.
En el período post dictadura, otro empresario, Francisco Javier Errázuriz, intentaría comprar el sillón de O’Higgins. En 1989 obtuvo poco más de un millón de votos (15,43%), pero fue superado por el heredero de la dictadura, el ex ministro de Hacienda Hernán Büchi (29,40%), y por el democratacristiano Patricio Aylwin Azócar (55,17%), cuya presidencia inició la ronda de gobiernos de la Concertación que se prolonga hasta hoy.

La Concertación en cifras

El sucesor de Aylwin, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, no tuvo problemas. Fue elegido en 1993 con mayoría absoluta: 57,98% (4 millones 40 mil 497 votos). Pero de nuevo un empresario y candidato de la UDI trató de ganar la Presidencia: Arturo Alessandri Besa (24,41%), sobrino de Jorge Alessandri, ex cónsul de la dictadura en Singapur. Entretanto, José Piñera Echenique, hermano de Sebastián, ex ministro de la dictadura, alcanzó el 6,18%. Este Piñera fue el creador de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) que entregaron al capital privado nacional y extranjero los fondos previsionales de los trabajadores chilenos. Parte considerable de esos recursos, unos 50 mil millones de dólares, los han invertido las AFP en el exterior, sobre todo en Estados Unidos. Además, como ministro de Minería, José Piñera promovió la Ley Minera que abrió las puertas a una inversión extranjera que casi no tributa en el país. Solamente en el año 2006 las compañías extranjeras del cobre ganaron 20 mil millones de dólares. Esas utilidades son colosales si se considera que superan las inversiones brutas en la minería de Chile en los 30 años anteriores. El caso más escandaloso son las ganancias de la minera La Escondida, una empresa australiana. Finalmente, como ministro del Trabajo de la dictadura, José Piñera fue autor del Plan Laboral, un conjunto de normas que hicieron polvo los derechos y conquistas de los trabajadores chilenos, desarticulando la organización sindical.

Pero la situación de la Concertación se hizo difícil a partir de Frei. Su sucesor, Ricardo Lagos Escobar, ex radical, militante part time del Partido por la Democracia (PPD) y del Partido Socialista, no alcanzó la mayoría absoluta en 1999. Llegó sólo al 47,96% (3.383.339 votos). Pisándole los talones estuvo el candidato de la UDI, Joaquín Lavín (47,51% y 3.352.199 votos). La candidata comunista Gladys Marín logró 3,19% y el humanista Tomás Hirsch 0,51%. Aunque la dirección del PC llamó a anular o votar en blanco en la primera experiencia de balotaje, gran parte de su votación apoyó a Lagos, que ganó por nariz (51,31%) a Lavín (48,69%).
Las dificultades concertacionistas se repitieron el 2005, enfrentando a una derecha dividida. La socialista Michelle Bachelet obtuvo 45,96% contra 25,41% de Sebastián Piñera (Renovación Nacional) y 23,23% de Joaquín Lavín (Unión Demócrata Independiente, UDI). La suma de los candidato de la derecha superaba a Bachelet (48,64% contra 45.96%). Pero esta vez el Partido Comunista, que había apoyado al humanista Tomás Hirsch (5,40%), llamó a votar por Bachelet. El PC le presentó algunas “condiciones”, entre ellas la reforma de la Constitución y el cambio del sistema binominal, temas de la legislación laboral y de protección del medioambiente, aceptadas de inmediato por la candidata y su comando. De esa forma -aunque Hirsch llamó a votar nulo- Michelle Bachelet pudo derrotar a Piñera por 53,50% contra 46,50%.
Así llegamos a la sombría situación que hoy encara la Concertación. Sin dudas el peor resultado de uno de sus candidatos presidenciales es el 29,60% que el 13 de diciembre obtuvo Eduardo Frei. Deberá definir en segunda vuelta con un Piñera que se presenta con el 44,05%. Sin embargo, surgen dudas si ese porcentaje es el máximo que puede alcanzar el candidato de la derecha, o si tiene posibilidades de crecer succionando la votación de Enríquez-Ominami, de la cual nunca estuvo muy distante.
Los propios analistas de la derecha, luego de la euforia inicial, han advertido que la fortaleza de Piñera puede ser una ilusión óptica. En efecto, su 44,05% es inferior al porcentaje alcanzado por la derecha en 1989, 1999 y 2005. Asimismo, parte considerable de la votación de Marco Enríquez-Ominami (20,13%), proviene de la Concertación y de sectores de Izquierda que votarían por Frei ante el peligro de una victoria de la derecha. El desplazamiento de votos hacia el candidato de la Concertación ya comenzó con el Juntos Podemos (Partido Comunista, Izquierda Cristiana y Socialistas Allendistas) que el 20 de diciembre oficializó su apoyo a Frei. El candidato presidencial del JP, el socialista Jorge Arrate, aumentó en 60 mil los votos del sector y obtuvo 6,21% (430.824 votos) que reforzarán a Frei.

La erosión ideológica de Chile

No obstante, se mantiene en pie la amenaza de que la derecha gane el 17 de enero. No sólo por la contundencia de su propaganda que incluye los medios de comunicación más influyentes del país. Ellos se encargan de mantener viva la imagen de triunfo irreversible de Piñera. Asimismo, es un hecho que hay una percepción de agotamiento de la Concertación y un deseo de cambio que no se expresa con coherencia programática. Por ahora se orienta a reclamar “caras nuevas”, una demanda poco consistente que ningún sector político atiende hasta hoy. Sin embargo, Piñera y la derecha “enchulada” la han capitalizado y reclaman por el “cambio”, sobre todo después del eclipse de Enríquez-Ominami.

En rigor, una eventual victoria de Piñera sería producto de un largo proceso de erosión ideológica y política, que ha preparado el terreno -después de la terrible experiencia de la dictadura- para que el país asimile un gobierno de derecha. La responsabilidad de ese proceso, destinado a borrar la voluntad democrática del pueblo, se debe al efecto en la conciencia y la cultura chilena de la economía de mercado que implantó la dictadura y que ha perfeccionado la Concertación. Esta suicida política económica y cultural, ha destrozado los cimientos humanistas y solidarios de partidos como el Socialista y el Demócrata Cristiano. A eso hay que añadir la acción desplegada por la propia derecha, orientada a hacer creer que ya no existen ideologías ni tendencias políticas y que hay un solo sistema económico, social y cultural posible: el sistema capitalista.
Esa línea estratégica de la propaganda de la derecha, cultivada por sus medios de comunicación, por sus centros de investigación y universidades, fue asimilada por la Concertación, que la hizo suya. Lo mismo sucedió con el movimiento “díscolo” de Enríquez.Ominami que creyó en el espejismo de un pacto social que superaría las contradicciones de clase y las diferencias ideológicas, dormidas pero más profundas que nunca. Lo de Enríquez-Ominami fue un pastiche en que ricos y pobres, explotadores y explotados, conservadores, liberales y socialistas, cohabitaban en un mismo proyecto.
A la Izquierda también cabe responsabilidad en la indigencia ideológica, política y cultural a que nos arrastraron la dictadura, la Concertación y la derecha. No sólo se ha prolongado (y agravado) el mosaico que fragmenta a las fuerzas populares. Sus sectores más sólidos no han sido capaces siquiera de dedicar esfuerzos serios a la formación política y a la propaganda anticapitalista, prioritarias en este período.
Un tufillo fascistoide brota así de la operación política y mercantil que ha tratado de lavar el cerebro de los chilenos. Su instrumento principal es la UDI, cuyos 40 diputados la convierten en el principal partido de Chile. Su bancada parlamentaria refleja un audaz trabajo desplegado en la base social por la extrema derecha, heredera sin remilgos de la dictadura militar. Ejemplo de aquello es que Piñera recibió el 42,31% de los votos en las diez ciudades con mayor desempleo del país y el 51,02% en las diez comunas con mayor tasa de pobreza, entre ellas las comunas mapuches. (Estudio estadístico de El Mercurio, 15 de diciembre).

Es cierto que en el plano de la economía, salvo terminar de privatizar lo que han dejado la dictadura y la Concertación, un gobierno de Piñera no se diferenciaría mucho de uno de Frei. Pero habría cambios regresivos en otros ámbitos. Por ejemplo, en derechos humanos. Dictaría una amnistía para militares ya condenados o se interrumpirían los procesos de otros criminales y torturadores. En el ámbito sindical se impondrían la flexibilización laboral y otras medidas para debilitar el movimiento de los trabajadores. La represión a la lucha social sería aún más dura. Detrás de una pretendida defensa de la “seguridad ciudadana”, se levantaría un Estado policial.

Piñera se declara admirador del gobierno de Colombia y de sus métodos. Visitó Colombia en julio de 2008 y recorrió ese país en el avión presidencial, acompañando a Alvaro Uribe y al entonces ministro de Defensa, José Manuel Santos, hoy candidato presidencial. En octubre pasado, Santos envió a Chile a tres miembros de su comando, Juan Carlos Echeverry, Tomás González y Santiago Rojas, para estudiar la campaña y el estilo de Piñera. “Los problemas en Chile y Colombia no son tan distintos. A ambos países les preocupa la seguridad ciudadana y el gasto social en salud y educación”, declaró uno de los asesores de Santos.

El gobierno de Uribe ha generado el más delicado problema que hoy enfrenta América Latina al firmar con EE.UU. un convenio que resigna la soberanía colombiana para permitir la instalación de siete bases militares norteamericanas. Si Piñera es elegido presidente, alineará a Chile junto a Colombia y otros países de la región que han arriado la bandera de la dignidad latinoamericana. Peligrosa tendencia que viene tomando fuerza a partir del golpe de Estado en Honduras, y que busca configurar un bloque contra Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua, los países de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de Nuestra América (Alba).

La peligrosa situación interna y regional que se crearía si la derecha gana las elecciones en Chile, legitima la necesidad de cerrar el paso a esta maniobra de la oligarquía. La realidad indica que no hay otro camino que votar por Frei… Y ponerse a trabajar en una alternativa de Izquierda que permita librarse del cepo del “mal menor”.

MANUEL CABIESES DONOSO
Editorial Punto Final 700